jueves, 16 de octubre de 2014

Duende Loreko

Me he reído de ti,
extasiado en un atisbo de impecaminoso hastío,
volví la vista atrás y estabas poniendo una lavadora con tus cenutrias cursiladas,
que si "las lindas flores que adornan este mes de abril en que te conocí", o que
"cuando veo tus fotos siento latir el corazón al ritmo que gira la tierra sobre su eje".
Me desencanté, te adiviné entre las hojas algunas veces como el brillante duende
que escribía con pérfida mano la carroña transalpina, la mugre y la miseria, versos
con mierda que retratan el dolor, pero que irónicamente a la vez bailan con yonkis,
empatizan con prostitutas que solo quieren agradecerte tanta compañía emborronada,
que solo quieren dar un guantazo a adolescentes que se atemorizan con pautadas normas de castidad, y quieren escribir-follar- leer- reventar cajeros- coger una guitarra o simplemente dormir con algo tuyo entre sus manos.
Me pareces feo, claro está, me parecías sincero y también es verdad que te confié algún secreto.
Contabas que dejaste de vivir en esa sociedad jerarquizada porque aunque teniendo tanto tiempo, tu libertad se escapaba entre los dedos viendo como muchos mandan tanto, a tantos pocos muchos. No me jodas, tú  duende Loreko. Eres una raspa en el tiempo, una fisura dañina que leve se apaga en un mar de sinsentidos, de banales imposibilidades para ser feliz, bromear o simplemente reír.
Cagondios Loreko, eres sorbo anhídrido por un miedo purpúreo al hierro y al acero. ¿No te cansas de ser como otros duendes?, ¿de vivir entre dimensiones irreales donde solo pintas pollas sin color, descifras culos sin sabor y lames ideas prescritas?.
Loreko no tienes risa, te quedas sin voz, ¿dónde tu abrazo?
Loreko sal del escondite, robemos los dos, palabras a sonetos, a la luna el alcohol.
Loreko sonríe, todo está por empezar, escribe y sangra que tampoco está tan mal.