Me he reído de ti,
extasiado en un atisbo de impecaminoso hastío,
volví la vista atrás y estabas poniendo una lavadora con tus
cenutrias cursiladas,
que si "las lindas flores que adornan este mes de abril
en que te conocí", o que
"cuando veo tus fotos siento latir el corazón al ritmo
que gira la tierra sobre su eje".
Me desencanté, te adiviné entre las hojas algunas veces como
el brillante duende
que escribía con pérfida mano la carroña transalpina, la
mugre y la miseria, versos
con mierda que retratan el dolor, pero que irónicamente a la
vez bailan con yonkis,
empatizan con prostitutas que solo quieren agradecerte tanta
compañía emborronada,
que solo quieren dar un guantazo a adolescentes que se
atemorizan con pautadas normas de castidad, y quieren escribir-follar- leer-
reventar cajeros- coger una guitarra o simplemente dormir con algo tuyo entre
sus manos.
Me pareces feo, claro está, me parecías sincero y también es
verdad que te confié algún secreto.
Contabas que dejaste de vivir en esa sociedad jerarquizada
porque aunque teniendo tanto tiempo, tu libertad se escapaba entre los dedos
viendo como muchos mandan tanto, a tantos pocos muchos. No me jodas, tú duende Loreko. Eres una raspa en el tiempo, una
fisura dañina que leve se apaga en un mar de sinsentidos, de banales
imposibilidades para ser feliz, bromear o simplemente reír.
Cagondios Loreko, eres sorbo anhídrido por un miedo purpúreo
al hierro y al acero. ¿No te cansas de ser como otros duendes?, ¿de vivir entre
dimensiones irreales donde solo pintas pollas sin color, descifras culos sin
sabor y lames ideas prescritas?.
Loreko no tienes risa, te quedas sin voz, ¿dónde tu abrazo?
Loreko sal del escondite, robemos los dos, palabras a
sonetos, a la luna el alcohol.
Loreko sonríe, todo está por empezar, escribe y sangra que
tampoco está tan mal.