domingo, 24 de junio de 2012

Mamá que dueles...


Mamá, a mis veintiséis años sigo sin entender tu vida,
y no por falta de empatía (ya sabes, eso de ponerse en la piel del otro),
te recuerdo que estuve bajo tu piel algo más de ocho meses y veinte días.
no entiendo nada de tu afán por el dinero, el cual casi nunca tuviste,
no comparto tu forma de querer a los hijos, a Ana y a mí te recuerdo,
Ese querer poco a poco, para que en  un límite desaparaezca…
y empezar de nuevo, nuevamente a querer poco a poco.
Volviendo a empezar se te pasa la vida, jugando a encontrar  te olvidas de ti misma
y una noche más, hablas con el perro adivinando respuestas
que no obtendrás jamás, que nadie te dará
A no ser que te analices a ti misma… frente a una humildad encarnizada;
Búscate, pregunta a tu hija como duelen las palabras feas de una madre,
como amargan los momentos sin su mamá, sin su papá,
Sin una triste figura (sobran quijotadas).

Dile porque no cuidaste de ella, porque no conoces arrepentimiento,
Y porque antepusiste a algún hombre contra todo sentimiento
Materno-filial,
Hacia tus retoños, resultados, consecuencias, efectos;
Llámanos como quieras, pero por favor llámanos,
Llama a tu hija y dile algo bonito,
hazle recordar algo con lo que os rieseis juntas un día,
algo que le borre el aspero sabor de echarte en falta,
de tu falta en su corazón y en sus ilusiones,
en sus preocupaciones y miedos cuando ni siquiera estabas en casa,
de cuando cenábamos solos tantas noches y la cocina era más grande,
que todas las casas de nuestros amigos juntas,
Nuestros amigos sabían de tus idas y venidas
Y sabían más de nosotros que tú de nuestros estudios, y de normas
Y valores,
Eras libre presa del astío y la más absoluta indiferencia por la vida
Y por tu sangre
Y por tu libertad (porque no te la robamos al nacer, cortamos tu cordón de nuestro ombligo,
Pero no el vínculo de tu alimento fisiológico, de tu cercanía psicológica y el roce emocional).

No buscamos desangrarte, ni sacarte los ojos, esos preciosos ojos pardos
herencia del mejor padre que pisara el mundo un día (el abuelo),
si no más bien permanecer unidos a ti, pobres o ricos, solos o acompañados,
tristes o alegres, pero inseparables,
comiendo de tu boca para beber de tu sed,
para abrazarte con los párpados caídos y las pupilas en el corazón,
para soñarte con los oídos,
pero respirar todos los días tulipán negro y Gloria vanderbilt,
en cada azulejo rugoso de nuestra humilde mansión,
en nuestro barrio de gitanos (nunca fuimos racistas,
ni te pedimos algo mejor).

Sea como fuere que lo hicieras, venías y desaparecías
cual marea insondable (ese grupo de rock que te enseñé te gusto mucho por cierto,
creo que algo de poesía hiperrealista había en ti).  
Dejé de confiar en tus promesas, me fui escondiendo en el rincón,
muy similar a cuando murió nuestro perro Leo,
lentamente arrastrándose hacia una esquina,
para no molestar con mi muerte, para que no sufráis conmigo…


Y mi hermana fue mi meta, y mi premio de consuelo,
luchar por ella era tan fácil, que nunca la olvidaré
y la querré toda mi vida, y tendrá catorce años
cada vez que la mire a los ojos y me llame por mi nombre
o por tantos motes simpáticos y grotescos que nos poníamos.

Y estaban mis amigos del pueblo, y sus manos sanadoras
y sus bromas casi estúpidas y anti derrotistas.
Y estaba Judit y su caligrafía exquisita y sus sellos
horribles del rey, y los míos,
pero dentro había sangre roja y tinta verde,
y trazos de amistad inconfundible,
y retazos de vida que se muerde antes de apagar el día,
antes de cerrar el cuarto y escuchar una canción
y estremecer hasta las nubes, con las ganas de llorar,
y esperar un día más, esperando regresar al vientre materno.



A ese vientre tuyo, mama, donde me hiciste felíz,
donde no me dejaste solo y me llevabas contigo;
ya me da igual que fuera a bares y estuviese mal,
o que fumaras, sé que me abrazabas,
que me esperabas con ansia,
que te preguntabas por mí, como sería,
si tendría lindos ojos, todos mis deditos,
que nombre me pondrías,
que sería de mayor…

Mamá, tuve veinte madres, y bastantes padres,
pero ninguno era el mío,
solo de pensarlo me da escalofríos,
saber que no quisiste serlo, creer que nos aborreciste,
que nunca has sentido cuanto te hemos querido
y necesitado,
cuanto te hemos buscado entre tanto desacierto y castigo,
como hemos renunciado sin quererlo
A cada beso,
A cada nana,
A cada mañana en tu cama,
A cada desayuno a tu lado,
A cada rato en algún abrazo,
Obligados al mayor desconsuelo que hemos sufrido,
tu pérdida, estando tan viva, estando tan decididamente sola…
Queriéndote en la sombra, hoy me acuerdo de ti,
en un charco de emociones confusas, en un camino cruel,
Esperando ver algún atajo, algún callejón donde abrazarte.

miércoles, 20 de junio de 2012

saborea mis dedos



Acaricia mis dedos...
...y dime si saben como dicen
las arrugas          y        los anhelos.
Llora Bukowski tropelías y faltas de respeto
quema el whisky en sus encías
y sus sinapsis propagan llamas y cefaléas,
lentas paradojas y engaños.
Bukowski llora y sonríe finalmente
y su cabeza de bufalo le salva
-comiendo arroz no llegará a nada-,
no valdrá para importante
y le multarán al salir de casa,
aunque no se estén riendo de él.

Y el obsequio será una ganzúa
y el postre, un licor inagotable y
una jugosa prosa glaseada
que no dejará muertos, ni aspirinas.

martes, 19 de junio de 2012

Amarga la noche en tu campanilla.




Se reconocen las gotas de lluvia jóvenes
por  el ocaso de sus arrugas,
ellas pasean en cada brizna de anfetamina
un afán irresistible por recuperar la voz

Duerme a trompicones el sismógrafo de tus pupilas
e imposibilitan una vez más el croché que te tumbe,
vaporosa y sumergida en las rodajas de limón,
“prefiero el ácido que lo amargo de la anfeta”, dices.

Te creo si me mientes en el tiempo, cada noche,
pero detesto que me hagas pasear,
andando o en bicicleta,
por delante de un 24 horas, cuando cierra.

Tengo impaciencia, cuando llego tarde
a la hora de mi salida del trabajo,
porque nunca me gustó trabajar de más
y me dolió mucho echarte de menos.

La lluvia es un poco, lo que te expliqué,
la instigación involuntaria del deseo,
un declive de la sombra por la vida,
tus miradas en mi espalda, la libido.










El agua que se mira a los ojos,
Desincronización en el Electro Encefalograma,
la sequedad de tanta boca abierta y
la humedad de tanta herida sin cerrar.

Brisa de Benzedrina , desequilibrios de presión
bregando  cruelmente con caricias deshilachadas
no hay aguja que cosa, ya no solo su vestido,
si no el pensamiento arbitrario del suicidio.   

perdiendo vidas







Me voy a dormir,
                            perdiendo tantas vidas
                                                                 como muertos deja el día.