Se reconocen las
gotas de lluvia jóvenes
por el ocaso de sus arrugas,
ellas pasean en
cada brizna de anfetamina
un afán
irresistible por recuperar la voz
Duerme a
trompicones el sismógrafo de tus pupilas
e imposibilitan
una vez más el croché que te tumbe,
vaporosa y
sumergida en las rodajas de limón,
“prefiero el
ácido que lo amargo de la anfeta”, dices.
Te creo si me mientes
en el tiempo, cada noche,
pero detesto que
me hagas pasear,
andando o en
bicicleta,
por delante de
un 24 horas, cuando cierra.
Tengo impaciencia,
cuando llego tarde
a la hora de mi
salida del trabajo,
porque nunca me
gustó trabajar de más
y me dolió mucho
echarte de menos.
La lluvia es un
poco, lo que te expliqué,
la instigación
involuntaria del deseo,
un declive de la
sombra por la vida,
tus miradas en
mi espalda, la libido.
El agua que se
mira a los ojos,
Desincronización
en el Electro Encefalograma,
la sequedad de
tanta boca abierta y
la humedad de
tanta herida sin cerrar.
Brisa de Benzedrina , desequilibrios de presión
bregando cruelmente con caricias deshilachadas
no hay aguja que cosa, ya no solo
su vestido,
si no el pensamiento arbitrario
del suicidio.
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